De entre toda la insuperable literatura borgiana, siempre vuelvo a solazarme con aquella genial introducción del relato "El atroz redentor Lazarus Morel" que da inicio al libro "Historia universal de la infamia". Para resumir, Borges refiere allí - echando mano a su deslumbrante naturaleza irónica - aquel episodio en el que a principios del siglo XVI, el dominico Bartolomé de las Casas le envía una carta al entonces emperador Carlos V narrándole las penurias de "los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas." Borges, estableciendo parámetros de razonamiento dialéctico, dice allí que "a esa curiosa variación de un filántropo debemos infinitos hechos". Por ejemplo, entre otras cosas que enumera el Maestro, están "los blues de Handy", "los quinientos mil muertos de la Guerra de Secesión", "la estatua del imaginario Falucho" (¡Ja!, qué culeado), "la habanera madre del tango...