En
algún lugar de la soledad de cuyo nombre no quisiera olvidarme, me pidió
desesperada y por favor, que de prisa me bajara del infortunado caballo y
volviera a ser Quijano.
Todo
sucedió sin advertir yo, que era ése el preámbulo del fin. Allí donde está
escrito de antemano que las cosas, una vez que dejan de ser lo que soñaban ser,
mueren.
O peor
aún, comienzan a envejecer.
Alejandro Szwarcman, de "Poemas y otros atajos"
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