
A Héctor lo estaban por distinguir con un reconocimiento en la Academia Nacional del Tango y había llegado hasta su casa de la calle Holmberg porque una revista me había solicitado un reportaje que finalmente, nunca se publicó. La revista tampoco.
A pocos días de su partida y revisando viejas notas en archivos y en correos electrónicos, hallé casi providencialmente esta nota. Mientras iba releyéndola, confieso que por un momento perdí la noción de la realidad, casi sintiendo que estaba otra vez con Héctor, conversando en la mesa del Tortoni, escuchando sus anécdotas con asombro.
Hay fotos, papeles, borradores y archivos que duermen por mucho tiempo en los cajones o en las computadoras sin saber por qué motivo uno los guarda. He sentido pues, que algo parecido al destino me dice ahora que finalmente aquel diálogo merece ser publicado, y que muchos estarán interesados en compartirlo.
(Alejandro Szwarcman)
Creativo, inquieto, siempre curioso, con la terquedad de los que no envejecen nunca, Héctor Negro va por la vida exhibiendo con orgullo una obra tan prolífica como profunda, tan vigente como inacabable. Corroborando su asombrosa plenitud, él mismo refiere una y otra vez la certera convicción de Romaind Rolland: “Cuando se es joven, se es joven hasta el final”.
Tan imperecedero se lo advierte, que su trayectoria no parece admitir ningún tipo de segmentación en el tiempo. Aún así, semejante vínculo con la eternidad nos permite establecer un origen prematuro. Con sólo veinte años, allá por el ’54, se unió con Juan Gelman, Hugo Di Taranto, Juan Hierba, Carlos y Jorge Somigliana, y con ellos fundó el mítico grupo de poesía “El Pan Duro”, estableciendo como base operativa de esa incipiente cofradía el insomne Café Callao, situado en Callao 11 y ya desaparecido. Tres años más tarde, en 1957, los versos de Bandoneón de papel , su primer poemario, daban a luz, o mejor dicho, “daban luz” a la ciudad que eligió para cantarle. A cincuenta años de aquellos dos alumbramientos, un grupo de personalidades de la cultura popular ha decidido aprovechar la ocasión para homenajearlo. El próximo lunes 7 de agosto a las 19:00, en la sede de la Academia Nacional del Tango Héctor Negro será reconocido por su trayectoria y mucho más con una especial distinción. Otro poeta, Eugenio Mandrini, profetizó hace ya algunos años que “en 2007, es decir, cuando Bandoneón de papel haya cumplido el medio siglo, volveremos a estar aquí para hablar de lo mismo. ¿O alguno de ustedes creyó que la poesía se rinde?”.
Estamos en el 2006. Héctor…¿Tu poesía no se rinde nunca?
Héctor Negro: - Como escribí alguna vez en una canción: ”Ni débil, ni viejo./Ni solo, ni muerto./No te entregues nunca./Que se entreguen ellos...”(“No te entregues nunca”). Y si canto a la virtud de no entregarse, no rendirse, es porque creo que la vida es una lucha permanente. Y la poesía es vida, es decir la sustancia de la vida es la que la recorre y hace florecer a la poesía. La poesía no se rinde nunca, no se entrega, ella nos sobrevivirá. Por eso concluyo en “que se entreguen ellos...”, los enemigos de la poesía y de la vida.
Alejandro Szwarcman: - ¿Qué era “El Pan Duro”?
HN: - “El Pan Duro” fue un grupo (pero “sin grupo”) que formamos allá por el ‘54 unos poetas náufragos que nos conocimos en medio del proyecto de una revista que pretendía ser literaria y que nunca apareció. Nos empecinamos en no dispersarnos y ya que se nos negaba la posibilidad del papel impreso decidimos expresarnos a través del contacto directo con la gente. Y así salimos a recorrer los lugares más insólitos: bibliotecas populares, teatros independientes, patios de conventillo (especialmente en la Boca), sindicatos, iglesias, clubes (de fútbol y de barrio),dónde leíamos nuestra poesía y luego le pedíamos opinión a la gente. En esas recorridas nos dimos cuenta que necesitábamos (y deseábamos) publicar nuestros primeros libros y que la propia gente podía ayudarnos a financiarlos. Fue así que nos animamos a ofrecer en venta unos bonos que valían por el libro que alguna vez saldría, y que la gente, con su confianza en esos poetas que les parecían “distintos” a los de los suplementos literarios de los diarios, compraba con una fe que nos sorprendía. Así pudimos publicar el primer libro de la Colección “El Pan Duro”, que fue “Violín y otras Cuestiones” de Juan Gelman, que apareció con prólogo de Raúl Gonzalez Tuñón, quien nos apadrinó y nos consiguió el prestigioso sello editorial de Manuel Gleizer que ya había dejado su actividad. Y así también apareció un año después mi “Bandoneón de Papel”, pero esa ya es otra historia...
AS: - ¿“Bandoneón de papel”, tu primer libro de poemas…
HN: - Así es…
AS: - ¿Fue la presentación anticipada de tu obra cancionística?
HN: - En realidad no. Porque editábamos solamente poemas. Yo metí una milonga “de contrabando”, ya que en las lecturas de poemas yo mismo se la cantaba al público que se sorprendía con reacciones diversas. Pero el tono del libro es de canción. Eran poemas de barrio, del mundo y los personajes de la calle, con un lenguaje popular y directo dentro del nivel poético que nos exigíamos. El mismo Tuñón me aconsejaba que nunca abandonara mi lenguaje de tono popular, porque eso era lo que me distinguía.
AS: - Pavada de consejero…
HS: - Sí, la verdad que sí.
AS: - Sé también que tuviste un vínculo muy especial con Cátulo Castillo. Hablame un poco de él…
HN: - De
las tantas cosas que podría contar de ese talentoso y admirado poeta del tango
y de la vida, lo primero que debería hacer es reconocerle y darle gracias al
destino el privilegio de haberlo conocido. El episodio que para mí seguramente
es el más emocionante de todos mis recuerdos, es recordar el momento en que
Susana Rinaldi grabó el poema que le escribí a Cátulo. Era la última sesión de
grabación de un disco que ella le dedicó cantando su repertorio. Faltaban dos
cosas: un tango y mi poema. Susana me invitó a la grabación y cuando llegué a
la Sala me sorprendió la presencia del admirado poeta. Sentados fuera de la
Sala escuchamos la versión del tango que era”Desencuentro” y luego vino la
grabación de mi poema. Lo ví emocionarse a Cátul. Cuando terminó la grabación,
entró a la sala abrazándola y besándola y le preguntó: “Quién escribió
esto...?” Ella le contestó: - “Ese que estaba sentado al lado tuyo...”
Las
demostraciones de agradecimiento y cariño fueron tan cálidas que yo llegué
a emocionarme tanto como él. Y desde
allí siguió habiendo entre nosotros (que
ya nos conocíamos), un trato entrañable. No digo relación amistosa porque yo lo
sentía inalcanzable, apenas me consideraba
un discípulo de él. Cátulo fue un verdadero maestro.
HS: - Mucho. Tanto, que yo publiqué otros libros de poemas antes de que me cantaran y grabaran un tango por primera vez. Tampoco era fácil que le publicaran poesía a un desconocido. En la década del ’60 casi no quedaban lugares donde se bailara tango y los cantores se refugiaban en boliches y cantinas donde nadie cantaba un tango nuevo, ya que todo lo que se recordaba pertenecía al caudal de éxitos de los ’40. Acaso Julio Sosa era uno de los pocos que competía en los escenarios importantes. Y Troilo, Pugliese y Salgán, a los ponchazos mantenían y acrecentaban el nivel de calidad del género, luchando ellos mismos contra la falta de fuentes de trabajo y los criterios “seudocomerciales” de las grabadoras. Mientras tanto, el talento musical de Piazzolla comenzaba a no pasar inadvertido para los que no eran sordos ni insensibles, pero todavía el gran Astor estaba lejos de las letras y del tango cantado. Andar portando letras nuevas cerca de muchos tangueros tradicionales era como acercárseles con algo que podía “infectarlos”. Sin embargo, sobre los finales de la década, luchando con empecinamiento, trabajo, inspiración y transpiración, comenzamos a derribar algunos muros y a perturbar algunos silencios negadores, acompañados por Eladia Blázquez, por el encuentro de Horacio Ferrer con Astor, el aporte de Chico Novarro más algunos otros que sumaron sus voces a un cancionero que comenzaba a dar señales que iba a dar pelea. En mi caso fue decisivo el año 1967, ya durante su transcurso me grabó Héctor Mauré …
AS: - “Un mundo nuevo”
HS: - Sí, con música de Osvaldo Avena. Luego
gané el primer premio en el Festival Odol de la Canción de ese año con “Esta
Ciudad”, música de Osvaldo Avena también. Me grabó Mercedes Sosa una milonga
–con aire sureño, pero moderna- (“Para cantarle a mi gente”, otra vez con música de Osvaldo
Avena) y entre otras cosas, la orquesta de Osvaldo Pugliese con la voz de Abel Córdoba, me estrenó y grabó el
tango “Bien de abajo”, música de Arturo Penón.
Y allí empezó otra
historia. Para nosotros y para el tango. Pero la lucha siguió siendo “cruel y
mucha”. Los retardatarios no cedieron así nomás. Y nosotros menos....
AS: - Tu obsesión creativa parece
inagotable. ¿Me contás que andás haciendo últimamente?
HS: - Últimamente, anteriormente y siempre:
escribir. Poemas y canciones, que tanto hacen falta, pero que siempre tanto
cuesta hacer cantar, grabar y sobre todo, difundir. Pero eso es porque como uno
trabaja mucho, siempre quiere más. De todos modos no puedo quejarme por la
cantidad de grabaciones que siempre se van
sumando. Me están grabando los temas de los ’60 y de los ’70, que
algunod, sobre todo los más jóvenes, en buena hora descubren y rescatan. También
muchas obras nuevas. No quiero hacer nombres para no ser injusto con alguno de
los que pueda sin querer olvidarme. Pero en la actualidad vuelvo a escuchar
nuevas versiones de “Bien de abajo”, “Viejo Tortoni”, “Esta Ciudad” y las de
obras nuevas que nacen con música de nuevos y anteriores compositores como Oscar Pometti, Reinaldo Martín, Roberto
Alvarez, Raúl Garello, Edgardo Acuña, Saúl Cosentino, el recordado Avena y
...dije que no quería hacer nombres por respeto a los que no me vienen a la memoria en este momento, ya que
entre ese repertorio hay grabaciones desde las de Osvaldo Pugliese y Susana
Rinaldi, hasta las de José Larralde, León Gieco, Rubén Juárez, Mercedes Sosa,
Caló con Podestá, el Cuarteto Zupay, Opus 4 y un montón más...
AS: - Pero te
estás olvidando de tu obra más grabada...
HS: - Es
verdad, “De Buenos Aires morena”. Un fenómeno que hace más de 25 años se viene
grabando incesantemente, de modo que ya perdí la cuenta. En una consulta que le
hice a Carmen Guzmán, compositora de la melodía, llegamos a la conclusión que ya tiene alrededor de cuarenta
grabaciones y sabemos que en este
momento se está cantando en un espectáculo en España y que en agosto va a tener
una nueva grabación para sumar a la cuenta que hace rato ya perdimos.
HN: - Como te dije en
algún momento de la nota, inspiración más transpiración...Depende de cómo
vengan las cosas. Hay momentos en que los versos te brotan como si alguien te los dictara y otros en que tenés que buscarlos
como en el fondo de tu sentimiento y de tu historia. Otras veces hay
determinados “encargos” que coinciden con tu mundo interior y son factibles de
cumplirlos. Pero siempre van a alimentarlos la llama del sentimiento y han de
ser la expresión de una verdad interior. Siempre sostuve (al principio
instintivamente), que mi poesía estaba comprometida con la verdad, con la gente
y con mi tiempo. Hoy lo sigo sosteniendo racionalmente. Por otra parte no
escribo solamente cuando quiero, sino cuando puedo y cuando no puedo intento,
persisto, descarto y me empecino hasta que el fueguito se enciende, aunque a
veces cueste tropiezos y angustias indefinibles.
AS: -El próximo
lunes te van a distinguir por tu trayectoria. ¿No te dan ganas de decir?:
“Bueno, ya está. Ya dejé una huella en el tango. Ahora me voy a descansar…”
HN: - Mi
mejor descanso es seguir escribiendo lo que siento. Poema o canción,
aunque últimamente todo lo que me
pongo a escribir me sale naturalmente con ritmo y estructura de canción.
Además, no nos podemos dar el lujo de
descansar mientras hay que sumar obras y calidad a nuestro verdadero cancionero
de raíz nacional, que se ve permanentemente agredido por expresiones bastardas,
seudocomerciales y chabacanas. Y eso de “ya
está”, ¿qué es?. Si yo me conmuevo cada vez más con el repertorio de Discépolo, Manzi, Cadícamo, Cátulo,
el “Negro” Celedonio, el gran Homero Expósito...Lo que más quisiera es
alinearme con los buenos autores que van
apareciendo, en la “continuidad” de estos maestros de la poesía del tango para
gestar el tango de este tercer milenio, pero sin trampas ni facilismos
engañosos. Y al fin de cuentas, ¿de qué voy a descansar si escribir tangos,
milongas, valsecitos porteños y canciones nuestras es lo que más me gusta y
menos me cansa?. Además sigo mi tarea docente en la ex Universidad del tango (C.E.T.B.A.)
y en la Academia Nacional del Tango (Liceo Superior del Tango), como hasta hace
poco en la Fundación Konex y siento que
puedo volcar mucho de lo que aprendí. Por otra parte me nombran jurado de
algunos concursos de tangos y canciones y allí siento que puedo contribuir a
ser justo con los nuevos autores que por suerte, están apareciendo y necesitan
ser reconocidos. ¿Te
parece que me queda tiempo para descansar?
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