De entre toda la insuperable literatura borgiana, siempre vuelvo a solazarme con aquella genial introducción del relato "El atroz redentor Lazarus Morel" que da inicio al libro "Historia universal de la infamia". Para resumir, Borges refiere allí - echando mano a su deslumbrante naturaleza irónica - aquel episodio en el que a principios del siglo XVI, el dominico Bartolomé de las Casas le envía una carta al entonces emperador Carlos V narrándole las penurias de "los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas." Borges, estableciendo parámetros de razonamiento dialéctico, dice allí que "a esa curiosa variación de un filántropo debemos infinitos hechos". Por ejemplo, entre otras cosas que enumera el Maestro, están "los blues de Handy", "los quinientos mil muertos de la Guerra de Secesión", "la estatua del imaginario Falucho" (¡Ja!, qué culeado), "la habanera madre del tango" y "el candombe".
A esa lista infinita que de algún modo u otro se relaciona con África y el tráfico de esclavos, agregaría hoy al Ukelele. A pesar de estar muy relacionado con la cultura de Hawai, parece ser que el ukelele que conocemos hoy día es hijo del cavaquinho, un instrumento a su vez, hijo de la guitarra, creado en la Isla de Madeira, posta obligada de los barcos portugueses que entre los siglos XVI y XVII, traficaban humanos desde África a las costas del norte de Brasil.
Como rareza exótica, el ukelele quedó emparentado por varias décadas con la música de Hawai, hasta que en los '90 George Harrison (¡cuándo no un Beatle!) apareció en el documental "Anthology" ejecutándolo, y luego de su muerte en 2001, cuando Paul McCartney lo homenajeó en público cantando "Something" y tocando el ukelele de George.
A partir de ese momento, aquel diminuto instrumento de cuatro cuerdas surgido en una isla perdida del Atlántico en medio de un intercambio cultural entre esclavistas, esclavos, piratas, marineros y ex convictos, comenzó a escucharse ya no solamente en las canciones hawaianas, sino también entre distintas formaciones de músicos del pop, del rock y otras corrientes musicales.
Pero Gardel... Siempre Gardel en algún punto de la historia, haciéndonos topar con su mito y su voz, ese fenómeno inexplicable sin tiempo ni lugar que siempre está de moda.
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